Fuente: Heraldo de Aragón, Domingo 5 de febrero de 2012 (pág. 10).

Javier Lorén Zaragozano y Alejandro Acero Oliete
Presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas y Peritos Agrícolas de Aragón (CITA)
Profesores de la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia

Vivimos en un mundo globalizado en muchos aspectos. Internet ha llevado la información y la comunicación a los lugares más recónditos del mundo. Las empresas, especialmente las multinacionales, mueven sus centros de producción en busca de mayores rentabilidades basadas en reducción de costes, con mano de obra más barata y menores exigencias ambientales y administrativas. Otras, externalizan sus servicios a otros países. Esto ha generado un importante efecto de deslocalización de empresas en Europa, que se ha traducido en que aquellos países con menor tejido productivo y menor desarrollo de la investigación y la innovación, estemos acusado con más fuerza los efectos de la crisis.

Producir coches, electrodomésticos, componentes industriales, etc, se puede hacer en muchos lugares del mundo, pero obviamente es mejor para un país tener las industrias en su territorio, siempre que sean competitivas, porque así se genera trabajo y con este capacidad, entre otras cosas, para mantener la sociedad del bienestar.

Una industria puede conocer con precisión cuál es su capacidad productiva  y por tanto, cuántos elementos podrá fabricar en un período determinado. No sucede lo mismo con la producción de alimentos, ya que hemos de contar con factores no controlables como el clima, las reservas de agua, etc, y esto hace que no se pueda asegurar al iniciar un año agrícola, cuánto producto obtendremos por unidad de superficie en un ciclo de cultivo. Además, hemos de tener en cuenta que muchos productos frescos tienen un período de conservación de sus cualidades organolépticas y sanitarias a corto.

Globalización y calidad

En los últimos años, con el desarrollo de la globalización, eminentes economistas de nuestro país manifestaban que nuestro sector agrario no era necesario ya que podíamos proveernos de alimentos más baratos de otros países. Es cierto, que en los países emergentes y también en algunos de Africa, se pueden producir alimentos con menores costes, pero sin embargo, no se puede asegurar que su calidad sanitaria y de respeto al medioambiente cumpla con los requisitos que les reclamamos a nuestros agricultores. Es decir, en Europa exigimos más a nuestros agricultores y por tanto las garantías mencionadas son mayores.

Afortunadamente, otras personas como Christopher Pissarides, Premio Nobel de Economía 2010, decía el 3 de noviembre en una entrevista que España debe explotar su gran potencial agrícola, impulsando al sector primario pero con más fuerza y tecnología, generando el valor añadido que muchos consumidores en el mundo están dispuestos a pagar por productos de calidad.

Desde hace unos años muchas personas (especialmente los jóvenes) piensan que no podrían vivir sin su teléfono móvil, sin internet, porque se ha generado en ellos la necesidad de estar continuamente «conectados al mundo» (obsérvese el crecimiento vertiginoso de las redes sociales y su influencia). Empero, pocas se habrán parado a pensar en alguna ocasión si podrían vivir sin alimentarse, porque estamos acostumbrados a ver rebosantes de alimentos las tiendas y a tener capacidad de compra.

Pero esto no siempre fue así, y todavía hoy hay muchos países que sufren hambruna, porque no tienen capacidad productiva o porque los precios de los alimentos básicos en el mundo se han disparado y su capacidad de compra se ha reducido.

Los factores

¿Y por qué está sucediendo esto? Varios son los factores: por un lado la climatología adversa (especialmente las sequías) han reducido las producciones en agunos países (por ejemplo, Rusia 2010, Cuerno de Africa 2010 y 2011); por otro, se está generando un contínuo aumento del consumo en los países emergentes (China y Brasil entre otros) y un cambio de hábitos (crecimiento del consumo de carne). Además, algunos fondos de inversión de dudosa ética (que no olvidemos que actúan con el dinero de todos) han comenzado a especular en el mundo de las materias primas y de los alimentos y parte de los cereales y oleaginosas se dedican a producir biocombustibles y en nuestro caso, Europa, a través de su Política Agraria Comunitaria (PAC), inició una senda en la que primó la reducción de las superficies productivas, junto con el desacople de las ayudas, disminuyendo por tanto las producciones.

Todo ello ha conducido a que la «seguridad alimentaria» no esté garantizada y que las reservas de alimentos almacenadas en el mundo apenas sirvan para satisfacer las necesidades de unos meses.

Como decía en 2008 la directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Josette Sheeran: «El mundo consume más de los que produce…».

Nosotros, en general, y a pesar de la crisis, somos unos privilegiados frente a las decenas de millones de personas que están en situación de hambruna extrema, pero como ciudadanos tendremos que reclamar a Europa una política agraria que fortalezca nuestra capacidad productiva, para ser más solidarios y al mismo tiempo poder evitar que algún día podamos tener problemas para llenar nuestros lineales de alimentos básicos.