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Oscar Ruiz. Miradas al Ebro después de la riada. Actuaciones con criterio (Artículo Heraldo, sábado 21 de marzo de 2015)

Fuente: Heraldo de Aragón, sábado 21 de marzo de 2015, pág. 26.

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LAS causas y las consecuencias de las avenidas en el Ebro crean unas opiniones llenas de emotividad y, en muchos casos, radicales. No me estoy refiriendo a la foto fija de estos enfrentamientos dialécticos (afectados contra ecologistas) sino a un amplio espectro de la población que incluye al taxista de la semana pasada y, sorprendentemente, a mi hija de siete años cuya redacción para el colegio ha sido particularmente reivindicativa. No quiero agarrar ninguna de estas banderas sino plasmar el punto de vista de alguien que, por suerte o por desgracia, ha pasado bastante tiempo de los últimos años estudiando otros ríos y otras culturas lejos del Ebro.

Por mucho que parezca estos días que el río es una fuerza de la naturaleza incontrolada, la verdad es bien distinta, desde tiempo de los romanos estamos modificando y adaptando el Ebro a nuestras necesidades, aprovechando sus recursos. El efecto más significativo de ello es la reducción de los caudales máximos de las avenidas; un sencillo cálculo al respecto muestra que su valor medio ha disminuido en 1000 m3/s durante los últimos cincuenta años. Este hecho no pasaría de anecdótico si no fuera porque estos caudales dan forma y modelan el río, su descenso conlleva la contracción de la sección del cauce.

Las presas, necesarias para el desarrollo socioeconómico de Aragón, regulan parcialmente el río, disminuyendo la frecuencia y volumen de las avenidas (además de permitir el riego, producir energía eléctrica sin producir gases efecto invernadero,… y de garantizarnos el agua para el abastecimiento humano). El clima del valle del Ebro hace absolutamente necesarios los embalses para garantizar el suministro de agua, al regular los escasos recursos hídricos que disponemos. El tamaño del cauce se adapta de forma natural a esta circunstancia.

El lecho del río es móvil y cambia, baja en las avenidas y sube cuando estas pasan. Se suele decir que el cauce «respira». La vegetación que crece dentro del cauce evita que se produzca este proceso natural, protegiendo el fondo de la erosión. La acción del hombre también es causa de ello. La contaminación del agua incrementa la capacidad de crecimiento de la vegetación, fijando las islas que de otra forma se verían arrastradas. La vegetación adicional disminuye el espacio del cauce, reduce la capacidad de arrastre de sedimentos del río y aumenta el nivel del agua circulante debido al aumento del coeficiente de rozamiento. Por otro lado, la vegetación de ribera es irrenunciable, es lo que hace que el río esté vivo y no solo es beneficiosa para el río, también para todo su entorno.

Otro condicionante de esta vegetación es que atrapa lo que el río arrastra, haciendo más tupida la sección, los usos tradicionales que lo mantenían limpio se han perdido. Fuera de la capacidad de laminación de las presas, la principal medida planteada para la defensa frente a las avenidas son las motas. Estas crean una falsa sensación de seguridad porque no evitan todas las avenidas, sólo para las que están diseñadas. El caudal que son capaces de contener baja si no hay un adecuado mantenimiento. Al limitarse el río entre las motas, se concentra la sedimentación que de otro modo ocuparía toda la llanura de inundación. El retranqueo de las motas es la típica solución a corto plazo pero igual de insuficiente si no se mantienen, sólo se envía el problema hacia el futuro.

Todos estos elementos son la causa de los mayores niveles de avenida con caudales similares.

La acción del hombre ha modificado el comportamiento del río, para el beneficio de todos, no hace muchos años en Aragón se pasaba hambre cuando fallaban las cosechas por falta de agua y ahora se exportan. Si sólo atendemos a un extremo del sistema, las presas, y no contemplamos el conjunto del sistema, nos encontramos problemas como el actual, para que todo siga funcionando hay que actuar sobre el río, es la acción del hombre la causa y consecuencia de los efectos de las avenidas y, por tanto, debe ser parte de la solución.

Actuar sobre el río se tiene que basar en realizar las acciones que de forma natural ya no se producen por la antropización del mismo. Hay que eliminar las nuevas islas y evitar que se formen en el futuro, hay que eliminar la suciedad que llena el cauce y en algunos puntos habrá que dragar, pero dragar es una acción peligrosaque puede llegar a causar más daños que las ventajas que produce.El dragado no se puede realizar sin un estudio pormenorizado. La alternativa al dragado son las avenidas controladas, generadas por los embalses, pero lo habitual es que no se disponga de agua almacenada suficiente para ello.

En conclusión, hay que seguir actuando en el río, porque nunca lo hemos dejado de hacer de una forma o de otra, hay que actuar en la misma dirección que actuaría el propio río en el caso de tener la energía suficiente para ello, pero hay que hacerlo con criterio. Entre las actuaciones necesarias se encuentra la limpieza, eliminar islas de reciente creación, dragado en puntos concretos, mantenimiento de la vegetación de ribera, todo esto es algo que la naturaleza haría por si misma si no reguláramos el río, si dejáramos que se produjeran avenidas que se llevaran todo su paso. Evidentemente, estas medidas se encaminan a mantener el tejido socioeconómico existente, si decidimos retranquearnos a la avenida de 100 años y que el río se comporte de forma ‘natural’ la conclusión sería otra.

No se puede olvidar, por último, que hay que educar a la población ribereña en estos conceptos para que no se lleven a engaño y se causen frustraciones innecesarias. Hay que mostrarles los pros y los contras de cada acción realizada realizada y la realidad de la cuenca, para ello es necesaria su participación en la toma de decisiones, una participación informada, lejos de demagogias, para que el resultado mejore la convivencia con el río Ebro que tanto nos da, pero a vecinos quita.

Oscar Ruiz Lozano
Ingeniero de Caminos, Canales y
Puertos. Secretario técnico del Club del
Agua de Zaragoza (promovido por el Colegio de Ingenieros de Caminos)

 
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